De la más profunda, lúgubre, fria, inhóspita y dura de las oscuridades, apareció una luz nueva. Al principio, fue un escaso haz de luz en el horizonte. Era tan sutil que solo los ojos mas avezados se dieron cuenta y, aún así todos los seres comenzaron a relajarse y sentirme mejor, sin saber la razón.
Esa tenue luz estuvo unos días con nosotros y cada dia su potencia y luminosidad se iba incrementando.
Hasta que, un buen día, sencillamente amaneció. La luz inundó nuestro mundo y todos nos relajamos y comenzamos a recuperar la felicidad. Pudimos reconocernos entre nosotros, ver nuestras caras más puras y honestas y abrazarnos de corazón por las calles.
Habiamos vivido los momentos más significativos de esta vida: y el logro de poder amanecer en la luz y también amanecer en nuestros corazones. era una sensación indescriptible.
Yo misma comencé a ver la luz en mi corazón... y era hermoso.
Vi a muchas personas en la calle mirando sus manos como si fueran nuevas, o fijándose en la increíble belleza de los árboles. Con la luz recien venida, todo parecia nuevo, diferente.
La humanidad renacia a la inocencia y a la pureza y de nuevo pudimos experimentar como bebés la extraordinaria maravilla que es la Tierra.
Y tímidamente comenzabamos a mirar el cielo, fascinados, ya no podriamos sentirnos solos: percibíamos, sentiamos, escuchabamos seres del otro lado, del mundo transparente. Y nos parecia que la vida, al fin, era más fácil.
Fueron unos dias de descubrimiento, de aceptación. El mundo se detuvo para mirarse a si mismo, para admirar la maravilla individual y colectiva que habia creado.
Pude ver hermanos llorando, familias sentadas en circulo en silencio, emocionados por la Vida. Pude ver festivales de bailes y canto de regocijo y alegria, donde todo el mundo era bienvenido.
Y llegada la noche, muchas personas se reunieron en lugares de encuentro de sus ciudades y pueblos para honrar y bendecir la nueva luz, signo de la nueva vida que comenzaba para todos nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario