jueves, 28 de febrero de 2013

Tu y yo


Tenemos un secreto, tú y yo.
Somos de una forma que nadie más sabe que somos
Nosotros está compuesto de nuestro amor.



Ella le miró a los ojos y resuelta, con una gran sonrisa, le dijo: 

-Tienes un secreto, uno de los gordos! Lo sé!

Él la miró sereno y mantuvo la mirada, aunque parpadeó varias veces. 

-Un secreto, dices?

-Por supuesto, le contestó ella.

-Celebro que sepas de mi algo que yo desconozco porque asi tendré mas excusas para amarte apasionadamente!

Y sin más, buscó su cuerpo como refugio de su ternura. Era un amor compartido que nunca podria explicar. Toda una contracción ya que él vivia de la palabra, de la descripción de lo invisible. 

Ella le contó, le contó cosas dificiles de comprender fuera de su mutuo amor: le habló de preocupaciones, temores... le preguntó furtivamente:

-Aún me amas?

Como respuesta él la interrogó:

-Y tú a mi, todavia te despierto algo por dentro?

Ambos siguieron mirándose, pero a través del cuerpo. Todos sus poros fueron saciados.
Tras sentirse envuelto del, a la vez dulzón y picante olor de la entrega mutua, saltaron de la cama, dispuestos a dejarse llevar por la absurda vorágine de la época navideña.

-Quién quiere creer en Papá Noel cuando tan solo rozarla con mi mano, vuelvo a sentirme vivo? -pensaba él caminando por las tiendas.

-No hay mejor perfume que el de su piel- pensó ella envuelta en un maremágnum de colonias multicolores.

Los amigos miraban sus carantoñas con indiferencia.

Y sus familiares, los de ambos, algunos parecían disgustados, otros no.

Al volver a casa, con sus bolsas, sus nuevos olores, historias escuchadas y saludos de despedida al vecino de enfrente, cerraron la puerta. Sus ojos se encontraron. Él la cogió de la cintura, suavemente, se acercó a ella y le susurró:

-Tú también tienes un gran secreto. Hay algo que los demás no saben, tan sólo tú y yo. Ahora lo entiendo! Creo que es el secreto más grande que he guardado nunca y deseo con todo mi corazón morir con él.

Y comenzó a bailar locamente por la casa, cogido a ella, quien reía y gritaba:

-Yo también, amor, yo también!

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