Un dia de mayo, lleno de luz, mientras visitaba la Alhambra de Granada, me vi a mi misma siendo niña correteando detras de un niño.
Nos vi a los dos apenas transparentes, gritando y corriendo de alegria. Sencillamente lo sentí. La sensación fue tan real, tan clara internamente, que todos mis razonamientos no consiguieron dar explicación alguna a una experiencia tan sentida y vivida. Y eso es lo que pasa con los déjà vu. Se siente un desdoblamiento de la conciencia, una doble ubicación y un observador que se observa a sí mismo desde otra dimensión o realidad.
Y es algo fascinante cuando ocurre. En los déjà vu pueden destacar más un sentido u otro, según los que sean más importantes para cada uno de nosotros. Yo recuerdo de forma sonora y visual. Me he visto cantando a personas queridas mientras estaba trabajando. Y una parte de mi estaba en el hospital con esa persona, sentada al lado de su camilla; y otra parte de mi haciendo mis tareas cotidianas.
Porque, cómo puedes saber dónde està la habitación de los hijos en una casa antigua que visitas por primera vez? Como puedes saber que un árbol concreto se plantó en una zona exacta de un patio por una razón determinada?
Por que tal vez, ya has estado allí.
A veces la conciencia nos lleva a lugares que necesitamos recordar para que comprendamos que la realidad que vivimos en una pequeña parte de lo que nuestra alma conoce. Y lo menos importante es saber si fuiste rey o mendigo, sino que tu existencia es infinita.
Tal vez los déjà vu aparecen para ayudarnos a salir de nuestra limitada realidad y nos permiten relativizar nuestros sucesos actuales y nos recuerdan que formamos parte de un universo, de inconmensurables realidades y que, si la vida es un teatro, podemos ser los mejores actores y lograr los objetivos que como alma nos propusimos alcanzar.
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