miércoles, 27 de febrero de 2013

La conquista interior





Hace mucho tiempo, un niño fue entrenado para convertirse en un guerrero de gran poder y máxima capacidad de conquista y expansión de su imperio. Fue magistralmente educado por grandes filósofos quienes le enseñaron a razonar con claridad y convicción, hombres de leyes le inculcaron normativas para regir su gran imperio, sus compañeros de luchas, de su misma edad, le recordaron que era un niño a pesar de su destino y su madre le recordaba justo antes de dormir que era amado.

Este niño se convirtió en un hombre con una gran sed de conquista, aplicó todos los conocimientos que habia aprendido y especialmente uno: el de confiar en sí mismo y en su valia. 

Logró conquistar todo territorio conocido y apenas habia comenzado a ser un hombre maduro.

Una mañana, tras varios dias de celebración por sus grandes hazañas, este hombre se quedó mirando un amanecer que dejaba intuir que saldria el sol. Las diferentes tonalidades que iba adquiriendo el cielo, el silencio respetuoso que toda la naturaleza le ofrecia al nuevo nacimiento del sol... le provocaron un profundo sentimiento que no sabia cómo explicar.
Y no podia evitar preguntarse qué era lo que le habia pasado? Acaso no habia visto suficientes amaneceres a lo largo de sus años? 

Y sin embargo, la imagen de ese cielo, invadió al hombre conquistador durante unos dias.

Con quien podria compartir sus pensamientos, sus dudas? Acaso se estaria volviendo loco?

Y sus pies, comenzaron a caminar hacia el centro del pueblo, donde estaba situado el mercado. Allí pudo ver a un hombre muy anciano sentado, muy quieto recibiendo con una sonrisa los cálidos rayos de sol. 

- Podria dirigirme a usted? Se sorprendió de sí mismo al escucharse oír estas palabras.

- Por supuesto, señor. Es un honor para mi entablar una conversación. Qué te ocurre, qué aflige tu corazón?

Al mirarle a los ojos, el hombre se dió cuenta de que el anciano era ciego. Sin duda, su sabio maestro filósofo decia la verdad: los ciegos ven con otros sentidos.

- Anciano, es cierto que mi corazón está afligido. Y no sé dónde encontrar aquello que me calme este desasosiego tan profundo que siento dentro de mi. Yo sé cómo conquistar grandes territorios, como convencer a reyes y dirigentes que soy más habil que ellos, como seducir a damas, como dirigir grandes y complejas batallas... pero no duermo desde que vi un amanecer. 

Ambos permanecieron en silencio y el anciano sonrió y asintió suavemente.

- Sin duda usted debe ser ese hombre tan temible del que todo el mundo habla. Yo acabo de ver un amanecer en sus palabras.

- Tiene ante usted la mayor de las conquistas: la interior. Ahora sí que yo también puedo llamarle conquistador. Utilice las mismas estrategias y conocimientos que ya ha desarrollado hacia su exterior para averiguar y conquistar qué se oculta detrás de lo que usted cree que es. Y se convertirá en el rey de reyes. Nada igualará este logro una vez iniciado el camino.

Volvió de nuevo el silencio. Ambos dejaron que el sol les rociará con su suave calidez.

El hombre se incorporó, se volvió al anciano y le dijo:

- Buen anciano, le pido permiso para poder dirigirme a usted cuando le encuentre. Sin duda mis batallas serán más largas y no siempre sabré ver los amaneceres que me permitan recordar cuanto camino he recorrido.

Y con parte de su calma recuperada, el hombre comenzó su conquista interior.

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